sábado, 31 de mayo de 2014

Didi Grau, entrevista

Esta sección se propone compartir la lectura de reseñas literarias, entrevistas  y/o reflexiones en torno a los distintos lenguajes, discursos, que se entraman en el campo de la literatura infantil y juvenil, a través de las cuales distintos actores, vinculados al mismo, comunican su experiencia de lectura compartiendo otras miradas posibles sobre distintas obras literarias escogidas.- 
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Entrevista a Didi Grau

En esta oportunidad, nos encontramos a través de un ida y vuelta de palabras con Didi Grau, escritora e ilustradora, con quien ha sido un gusto "esta charla", como lo dijo ella, desde la cálida cotidianeidad con que parecen estar pintadas sus palabras... suaves como la textura de los pasteles, profunda como la atomósfera que esos mismos materiales le permiten generar cuando trabaja sobre sus obras... hallarán, entre líneas, a una Didi generosa en palabras, reflexiva, capaz de dar respuesta a todo lo que se le pregunta, pero también de abrir interrogantes, sobre los cuales habrá que volver cada tanto, releer, re pensar, y seguirse preguntando... los invito a leer:

Manifestaste alguna vez que cuando estabas cursando la última etapa  de tu carrera en Bellas Artes, decidiste que querías hacer libros para chicos… ¿Qué fue lo que iluminó, en ese momento, tal hallazgo?...

Es cierto. En esa época, 1978, habían llegado a mis manos varias estampillas alemanas –no estoy segura, pero supongo que a través de mi papá que trabajaba en el puerto- que ilustraban cuentos clásicos, Caperucita, La reina de las nieves, Los siete cabritos, etc., y el dibujo tenía un estilo sintético, muy gráfico, que me atrapó, me encantaban esas estampillas, pero nunca supe quién era el autor de los dibujos. Eran de la década del 60. La imagen de esa Caperucita tan sintética, en blanco y negro, sólo rojo sobre su cabeza y verde de fondo, me quedaron grabadas, hasta que hace un poco las encontré por Internet y las guardé en un archivo, me siguen pareciendo muy bellas. Me recuerdo mirando esas imágenes y pensando en que en eso quería yo trabajar, ilustrando libros para chicos, pero libros, no revistas. Sin embargo, mi primer trabajo pago fueron ilustraciones para unos cuentos de la revista Billiken, en el 79/80. También recuerdo que en esa última etapa del Bellas Artes, en la clase de pintura hice una obra con unos personajes que eran una mezcla de ilustración y de pintura, y que a la profe no le gustó por esa razón, porque no lo consideró pintura artística, vamos a decir. Se ve que yo ya estaba orientándome hacia la ilustración. 

Entre tus influencias está Matisse, con sus papeles recortados, quién decía “tenemos que ver toda la vida como si fuéramos niños”… Sugiriendo tal mirada, te pregunto: ¿Qué de tu experiencia como niña lectora, se entrecruza hoy en tu relación con la escritura y la ilustración?

Hablando de niños, siento que llevo a mi niña muy a flor de piel, asombrándome siempre y aprendiendo también, y jugando, claro. Bueno, como toda la gente que se expresa artísticamente. Y de estas tres cosas que nombro, asombro, aprendizaje, juego, hay en un libro que quiero mucho y que de chica podía tener cuando iba a la casa de mi prima, porque allí estaba. Es Alicia en el país de las maravillas, de Carroll. Toda esa cosa misteriosa, extraña, del conejo blanco que pasa frente a Alicia tan apurado y desaparece, y después el caer de ella por ese pozo interminable donde se iba encontrando con seres  que parecían vivir allí, más las reflexiones que iba haciendo Alicia en el transcurso de la caída, me deleitaban, me transportaban a ese mundo fantástico donde todo era posible. Yo tendría unos 7 u 8 años, y no tengo muy claro si  lo leía yo o me lo leía mi prima que es 9 años mayor. Lo que sí sé es que el libro traía dibujos en blanco y negro, los originales, de John Tenniel, entonces les ponía color con las pinturitas. No sé si lo absurdo, pero lo irónico, algo que trata de ser humor, el juego con las palabras mediante rimas que uso en muchos de mis textos tal vez vengan un poco de las lecturas tempranas y más tardías de ese país de Alicia. 

Siguiendo en la línea del tiempo de la infancia, dijo Ema Wolf en una mesa redonda que “los lectores contumaces nos alimentamos en buena medida de los textos inconvenientes a los ojos de lo instituído”… ¿De tu experiencia lectora en tu infancia, recuperás algunos textos “inconvenientes” que hayan dejado huella?

Si en esos textos inconvenientes entran por ejemplo las historietas, era lo que más leía de chica: Superman, La pequeña Lulú, Periquita, Pelopincho y Cachirula, Langostino, Patoruzú. El libro de Carroll fue uno de los pocos libros de literatura, si no el único,  que conocí de niña, aparte de los libros de lectura escolares. En la década del 60 no había casi en el país libros para chicos como hay ahora. O por lo menos en mi casa no los había. Sí teníamos en casa libros para adultos o para jóvenes que en la preadolescencia o un poco después leí, como todos los de Julio Verne, por ejemplo, o Bradbury. Ahora pienso que esas historietas que nombré antes pueden haberme dejado el gusto por lo breve, por el humor y por el diálogo. Las narraciones extensas y sin diálogo no son, en líneas generales, las que prefiero a la hora de leer ni de escribir. 

Graciela Montes decía que el autor amasa su escritura con el agua y el barro que toma del río en ese lugar donde está instalado… y yo me pregunto y te pregunto: ¿en qué lugar estás instalada hoy? Y, desde ese lugar ¿con qué amasás tu escritura?

No es sencillo para mí contestar esa pregunta. Al abarcar distintos géneros como lo hago, supongo que amaso también con distintos materiales.  En la poesía, por ejemplo, casi siempre trabajo con el deslumbramiento que me despierta la naturaleza. En algunos cuentos y obras de teatro breve, me sale ironizar alrededor de costumbres de la sociedad. Pero también está la niña que juega con las rimas en esas piezas breves. Ahora, en el género llamado libro álbum, cuando soy autora integral, y que es cuando me siento más libre y más yo misma, me interesa trabajar sobre todo con los temas que tienen raíz en mi interior, en mis búsquedas, en mis incógnitas. En “¿Y la luna dónde está?”, aunque no de manera explícita, trabajé a partir de la sensación de miedo a lo desconocido y a la oscuridad de la noche que sentía de chica. Por eso la historia es un a explicación certera de un hecho que se repite, el de la luna, en un intento de sofocar esos miedos infantiles, y por eso también la atmósfera pacífica que traté de plasmar en ese libro. En mi siguiente libro álbum, Azu, el tema tiene que ver con una búsqueda interna, y partió de una vivencia mía. Y otro que muy lentamente está en preparación, tiene que ver también con un tema interno, con esas cosas que nos suceden a todos o que sentimos todos alguna vez.  

Hiciste una incursión por la historieta, estudiando taller con Alberto Breccia, unos de los grandes artistas de la ilustración. ¿Qué aprendizaje te dejó?

El taller con el maestro Breccia me dejó sobre todo una enseñanza de vida. Porque Alberto, además de darnos su opinión sobre el material en el que estábamos trabajando, nos contaba sus experiencias en el terreno laboral, que era muy extenso y muy rico y hablaba de dibujantes y personajes que había conocido y de tantas cosas que a cada uno de los que estábamos ahí nos habrá servido de distinta manera. Se hacía un gran silencio al final de la clase cuando el empezaba a hablar, y ahí estábamos sus 10 o 15 alumnos sentados, todo oídos, deleitados con lo que nos contaba el “viejo” y admirado Breccia. Entre las cosas que nos puede haber enseñado el maestro es a trabajar mucho, que es lo que él hacía, porque según él le había costado mucho aprender a dibujar. También a la honestidad, a la no soberbia, a la integridad. La mayoría de mis compañeros de ese taller son ahora talentosos ilustradores, diseñadores, pintores.
 
Publicaste  con distintas editoriales, lo que implicaría un trabajo conjunto con otros en un tiempo y espacio donde se produce un cruce de miradas y conocimientos entre autores, ilustradores, diseñadores y editores, donde habrá de configurarse el terreno para las distintas tomas de decisiones literarias, estéticas, y otros etcéteras en torno a la obra. ¿Cómo vivencias ese proceso?

Ese trabajo editorial en conjunto que nombrás debería ser así en bien del producto final, pero la mayoría de las veces no lo es o a mí no se me dio. Debería haber un ida y vuelta más fluido durante el proceso de edición del libro, también sería bueno que se hicieran algunas reuniones entre autores y gente de la editorial para concertar el diseño, la ilustración, etc., que cada uno diera su opinión. Eso, creo yo, sería lo ideal, pero se tiende cada vez más a trabajar por separado, cada uno desde su lugarcito, mostrándonos las cosas por correo electrónico, que no está tan mal esto de hacerlo por computadora (personalmente prefiero el cara a cara), pero solo si opinamos todos y hay un ida y vuelta. Sé y entiendo que algunos editores cuando tienen un texto a publicar quieran elegir ellos mismos al ilustrador, porque es una linda tarea, pero entonces debería de haber un curso de estética para editores, no estaría mal, ¿no? Creo que algunos lo necesitarían.
¿Me parece o cada vez hay más desconexión entre la editorial y los autores? Cada vez los tiempos de espera para una contestación de parte de la editorial son más largos, tendrá que ver tal vez con estos tiempos tan inciertos, no sé. Quizá también esto de lo que hablo suceda sobre todo en las grandes editoriales, tal vez por la gran cantidad de libros que publican. Y ahí es cuando me pregunto, ¿será necesario sacar tantos libros? ¿No habrá ya demasiados? Y es ahí también cuando empiezo a dudar de si no será mejor cambiar de oficio.
En líneas generales, siento que se tendría que tratar mejor a ilustradores y a escritores, porque somos una parte importante del proceso, ¿o no? Y bien tratada la gente trabaja mejor.

Fuiste distinguida con dos premios Destacados de ALIJA, tres de tus libros fueron seleccionados por el programa de lectura del Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires y uno de ellos fue incluído en la lista The White Ravens, de la Jugendbibliothek de Munich, Alemania y tendríamos más para agregar… ¿Qué significan para vos estos reconocimientos?

De esos libros que fueron reconocidos o elegidos, uno solo puedo decir que es mío integralmente: ¿Y la luna dónde está?, los demás fueron coautorías, así que no son solo míos, el mérito es también del autor que me acompañó en cada caso. Pero, para contestar a tu pregunta, te cuento que los reconocimientos me ponen muy contenta, claro. También Azu y Cuentos que son de verdá fueron postulados por el Banco del Libro de Venezuela este año, y aunque después no fueron elegidos para los mejores, me siento muy satisfecha de que hayan sido seleccionados. Todos necesitamos de una manera u otra ser reconocidos en lo que hacemos, porque te alienta, te da seguridad. Pero  la cuestión de los premios es un tema. Yo nunca  tengo una idea muy formada de casi nada, tengo muchas dudas con respecto a todo. Y sobre este tema de los premios pienso a favor y en contra. A favor es que te hacen sentir que vas por buen camino y supongo que eso te quita un peso de encima, saber por dónde ir, no titubear tanto. Pero eso mismo me parece que se puede  volver en contra, esa idea de que te están señalando el camino correcto, el camino por el que te van a seguir premiando si lo continuás transitando. Y a veces corrés el peligro de quedar repitiéndote para siempre, sin un crecimiento, que en un artista eso es esencial.

Creo haber leído que los pasteles te facilitan lograr climas, una atmósfera especial… ¿Por qué creés que sucede con ese material en particular?

También me lo facilitarían el óleo, la témpera, los acrílicos. Porque son materiales pictóricos y algunas ilustraciones mías son bastante pictóricas. En mi caso, para lograr determinado clima o atmósfera necesito hacer jugar a la figura con el fondo, por eso por lo general en esos trabajos no hago la figura suelta, sobre fondo blanco. Necesito el color de fondo para hacer un contrapunto con las figuras. Y elijo los pasteles porque en su manejo son más parecidos al lápiz que los pinceles. También podría usar lápices de color que no me disgustan, pero con el pastel se logra una densidad de materia que no se logra con el lápiz.

María Elena Walsh cuando refería a las fotógrafas Sara Facio y Alicia D´Amico, las llamaba: “promotoras de la inquietud de la mirada”, de “otro punto de vista”… ¿Podríamos pensar en los ilustradores, hoy, como “promotores de la inquietud de la mirada”  “promotores de otro punto de vista”?...

Sí en el caso de que esos ilustradores no hagan una ilustración literal del texto. En el caso de que con su intervención le agreguen al libro algo que el texto no dijo, lo enriquezcan con su mirada.

Hablando de  pasteles, climas, atmósferas especiales,   y de “inquietud de la mirada” y “otros puntos de vista”, no quisiera cerrar esta entrevista, sin referir tu trabajo sobre “Azu”… que según leí en tu blog ha llevado un proceso de siete u ocho años de trabajo, con varias versiones…  ¿Qué fue lo que te sucedió en ese proceso de años con esta obra y que te sucede hoy que la ves ya publicada?

Con los libros álbumes siempre hay un proceso más largo, al menos en mi caso es así. Como es un proyecto propio, sin fechas de entrega, que uno muestra cuando cree que está listo, entonces no hay apuros. En el caso de Azu, no tardé ocho años en terminarlo, ese tiempo duró todo el proceso, hasta que se publicó. Eliminé en el camino muchos dibujos ya hechos que no me dejaban conforme, hice otros, modifiqué el texto, lo fui puliendo. En un principio la historia no comenzaba así, y como tenía dudas se lo mostré a un amigo que es dibujante y me dijo algo que me ayudó, y ahí le encontré la vuelta al comienzo de la historia. También en esos años lo mandé a alguna editorial del exterior, pero no hubo caso. Lo mandé a un concurso y tampoco. Y en esas idas y vueltas yo siempre le cambiaba algo, tratando de mejorarlo. Hasta que llegó a Ediciones del Eclipse, y lo vieron Rosario e Istvan y les gustó -ahí ya habían pasado como 4 o 5 años desde que lo había empezado- pero a Rosario no le convencía el final del relato, la última doble página. Y a mí al principio la verdad no me gustó que no le gustara, me parecía que estaba perfecto. Pero me fui dando cuenta de que algo de razón tenía en su parecer. Después me lo explicó Istvan y ya me convenció del todo. Y charlándolo con él fue que encontré la manera de que tuviera un final más acorde al clima del libro. Así que en eso ya se pasaron otros dos años,  más o menos, hasta que se pudo publicar. Y ahora estoy bastante satisfecha con Azu, me parece que quedó muy bien. Pero con la obra de uno hay que dejar pasar un tiempo, para después tratar de verlo con los ojos de otro, porque uno se satura un poco de estar tanto encima de lo que hace.

Tomás en “Azu” el tema de la identidad, un tema ya conocido, sin embargo lográs, tal vez a través del trabajo con tus pasteles, a la luz de una estética y una poética que nos permite seguir ahondando, buscando, interrogando, e inquietándonos…  ¿Creés que esa es una posibilidad que esté al alcance de escritores e ilustradores, la de poder tomar ciertos temas que ya han sido abordados, pero  agregando otras miradas, iluminando con nuevos gestos, preguntas, sugerencias que permitan – tanto a los autores como a los lectores - seguir pensando?

Sí, claro, siempre está esa posibilidad. Se puede  abordar un mismo tema de tantas maneras como miradas hay. A mi entender, no tiene tanta importancia el tema que se trate, como el enfoque, el lugar desde donde se lo mire.

Decía el poeta Roberto Juarroz: “… Hay que hallar más mirada en los ojos, o fuera de los ojos…   Y descubrir por fin la fiesta prometida (…)”  ¿En qué libros, o en qué aspectos de ciertos libros,  sentís hallar los atisbos de la fiesta prometida que merece celebrar la LIJ?

En todos esos libros que nos movilizan, nos abren ventanas y puertas a otros mundos, nos hacen repensar lo que teníamos por sabido, nos hacen soñar, a los que se hacen nuestros amigos y nos acompañan siempre, a los que se dejan subrayar, pintar y siguen siendo tan ellos y tan nuestros, pero también a los que nos invitan al juego, siempre a los que nos invitan a jugar.

Muchas gracias Didi, por la generosa entrega de tu tiempo y tus palabras.

Muchas gracias a vos por invitarme a esta charla.

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Pueden conocer más acerca del tabajo de Didi Grau, sus publicaciones, premios recibidos, reseñas, novedades y demás, a través de sus blogs. Los enlaces aquí:

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Reseñas sugeridas por Didi Grau, para seguir conociendo acerca de sus obras:
  • Dos de varias reseñas publicadas sobre Cuatro gatos negros flacos, que hicimos con Montenegro y Laura Varsky:

El que esté interesado en adquirir el libro Cuatro gatos negros flacos enviar mail al correo: didigrau@hotmail.com

  • Teatro e historia, ¡cantemos victoria!, hecho en coautoría con Adela Basch:
http://poeticasinfancia.blogspot.com.ar/2012/12/historias-con-humor.html

  • Un capote de primera y La nariz andariega, versiones libres a teatro de los cuentos de Gogol:
http://julianaseditoras.blogspot.com.ar/2009/09/las-adaptaciones-y-la-literatura-con.html

  • Mago Xul y Cuentos que son de verdá, de la colección Pinta tu aldea:
http://poeticasinfancia.blogspot.com.ar/2011/12/regalos-y-mas-regalos-el-mundo-de-xul-y.html#comment-form

  • Riquete el del copete, versión libre a teatro del cuento de Perrault:
http://blog.eternacadencia.com.ar/archives/2010/10829




  • Cocorococó, que hicimos con C. Montenegro y salió en la colección Panzada de letras de pequeño editor (colección premiada por Alija), estuvo recomendado entre los 40 imperdibles de la Feria del Libro 2014:

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