jueves, 31 de julio de 2014

Márgara Averbach, entrevista...

El encuentro de hoy, es con Márgara Averbach, nada menos que en el día de su cumpleaños, de modo que el agradecimiento es doble, para esta escritora de actitud genuina, frente a las palabras y la vida.- Generosa, capaz de compartir lo que sabe y disfruta con otros, en esa entrega de la belleza que genera con sus palabras... ¡Gracias Margara Averbach!...  Compartimos la entrevista:



Sos Doctora en Letras y Traductora Literaria. En ese rubro ganaste el Premio Conosur de Traducción de Unión Latina en 2007 y el Premio ALIJA a la traducción de literatura infantil en 2010 por "Erase una vez una vieja que tragó una mosca gris", ¿Cómo llegaste al oficio y vocación de la traducción literaria?

Llegué de una manera muy rara… Siempre fui buena en inglés: estudié en una cultural de barrio, cursos de muchos años, dos veces por semana y me iba muy bien y me gustaba mucho. Creí que me gustaban todos los idiomas pero no… El francés, cuando lo intenté, no fue igual. Cuando terminé la secundaria, y me decidí por la carrera de Letras, a mis viejos les aterrorizaba que eso no me permitiera sobrevivir y me pidieron que hiciera “algo con inglés”. Yo no pensaba hacerlo pero bueno…, no me asustaba hacerlo y el inglés era algo que disfrutaba así que di un examen de ingreso al profesorado de inglés, al Joaquín V. González. No entré: en ese momento, entraban solamente los que venían de colegio privado (yo tenía buen inglés pero de cultural, no lo había hablado todos los días…) Fue una suerte, creo. Al año siguiente, me enteré de que además del Traductorado público, que es para traducir documentos legales (que no me interesaba para nada y sigue sin interesarme) había un Traductorado literario y técnico científico y en vez de probar otra vez en el profesorado, di el ingreso al Lenguas Vivas… ¡¡Y entré!! Entré porque el examen era tanto de castellano como de inglés y yo me saqué casi 10 en castellano; así, con el 6 de inglés, por promedio, entré bien… Y ahí me di cuenta de que la traducción literaria me gustaba mucho. De que era otra manera de escribir. Tengo un libro sobre enseñar Traducción Literaria que se llama: Traducción literaria: una escritura controlada. Yo creo que la traducción es una escritura controlada. 

Cuando escribís tus propias historias, ¿sentís de alguna manera que también estas traduciendo algo? Digo, algo que observaste,  viviste,  vivieron otros, o algo que soñaste, pero que de alguna manera una traduce para ponerlo allí, tal vez con otro lenguaje que transforme el acontecer cotidiano en un acontecimiento poético… ¿Se traduce, de algún modo, todo el tiempo? 

Puede ser, es una linda idea pero no es así como lo siento. Para mí, siempre es al revés: yo creo que escribo cuando traduzco…, que traducir es una escritura, pero con el control del original, con límites muy serios y estrechos que yo obedezco. Cuando escribo no o tal vez, solamente cuando describo siento que lo que hago es “traducir” en palabras algo que en realidad es imagen. Se podría decir que tenés razón en este sentido (aunque yo no lo pienso de esa forma): en general, yo empiezo a escribir con una idea general del asunto y eso “se traduce” en una historia, en materia narrativa. Digamos: la trata, ¿cómo podría contarla? Algo así. Pero te digo la verdad: nunca lo pensé así, no. Estoy más acostumbrada a pensar la traducción como una metáfora de la relación entre dos culturas, en la que una conquista a la otra… Así la uso en el análisis de la literatura…, como profesora en la Facultad. Tal vez ese uso de la idea de “traducción” hace que no se me ocurra lo que vos me decís.  

Elaboraste tu tesis de doctorado sobre minorías en la literatura norteamericana: negros esencialmente; judíos e indios. Y te leí “decir” que cuando estudiaste  a los indios, los otros no te importaron más. Te cito: “…Cada buen escritor indio que aparece me vuela la cabeza por su visión de que este camino de consumismo, de capitalismo salvaje, lleva a la destrucción del planeta Tierra.” Ampliame la cita, contame algo más de esta pasión que te genera el abordaje de estos escritores…

Con esos escritores, me encontré con una “visión del mundo” (el crítico se llama Goldmann y es francés: quiere decir la manera de leer el mundo que tiene un grupo humano, no un individuo) que se parecía mucho a la mía, a la mía personal, que yo sentía medio única y rara… Esas visiones del mundo (en toda América, me refiero al continente, jamás uso la palabra para EEUU) son elaboradas, complejas, y maravillosas. Yo creo que podrían salvar al planeta. Es difícil explicarlo acá en poco espacio. Digamos, como resumen:              -No piensan binariamente como todas las visiones del mundo europeas; no creen en el bien versus el mal, el ser humano versus la naturaleza; la vida versus la muerte; etc, etc. Al contrario, las fronteras entre esas cosas son permeables y las dos cosas se contaminan y se influencian y se turnan y se dan al mismo tiempo.

–El ser humano es pariente de todo lo natural que hay en la Tierra incluyendo el planeta como Madre. El planeta no es una fuente de recursos ni nada que poseamos ni que ningún dios haya puesto a nuestra disposición. No somos superiores a una planta o a un río. no estamos más cerca de ningún dios ni fuerza superior. Somos  parientes de todas las plantas y todos los ríos y los animales y las montañas. A los planetas no se los usa. Se los cuida.

–El tiempo no es una línea pasado-presente-futuro, es algo mucho más parecido a la idea de Einstein sobre el tiempo y más complicado.

–Las palabras están unidas a las cosas que nombran, no se trata de una unión arbitraria y por eso lo que dicen las palabras tiene poder en el mundo, importa: por eso, la literatura es política siempre.

Eso es solamente un resumen… Yo tenía esas ideas desde antes de leer a esos autores. Los leí y me reconocí en ellos y esas ideas entraron todavía más en mi manera de escribir.


En el año 1992, ganaste el Primer Premio del Concurso de Cuentos para Chicos de las Madres de Plaza de Mayo con "Jirafa azul, rinoceronte verde",  ¿Qué recordás de aquella experiencia?

Para mí fue el principio de todo como escritora. Yo escribo desde siempre, desde que sé escribir, en primer grado. Pero de publicar nada… Y yo ya tenía unos treinta y pico cuando mandé el cuento a ese concurso y lo gané. Y las Madres me publicaron el cuento en un librito más artesanal que otra cosa (guardo algunos todavía) y a mí, me emocionó que fueran ellas, yo las conocía y las admiraba, me gustó conocer a Hebe de Bonafini y hasta les di un curso de literatura de los EEUU por pedido de ellas, unas pocas clases. Y con ese libro, llevándolo como escudo o algo así, pude publicar el segundo libro en Alfaguara. Para mí fue muy importante. Uno de los jurados era Griselda Gambaro nada menos. 

El año de la vaca, Destacado de ALIJA 2004. Premio Konex 2014. Con esta novela,  pudiste, en tiempos democráticos, abordar unos de los períodos más oscuros de la historia de nuestro País, la Dictadura Militar. Recordaba una frase de Faulkner que dice “Los que pueden actúan, y los que no pueden, y sufren por ello, escriben”… Nada podemos hacer para recuperar a los que no están, excepto todo lo que podemos hacer para recuperarlos a través de las palabras, dando continuidad a la memoria. ¿Qué significó para vos, que eras en aquellos tiempos de Dictadura una adolescente, poder abordar esta historia - que justamente se reparte entre voces adolescentes -  a la luz de la democracia, de la literatura, y en tu adultez?

Una aclaración antes que nada, “Premio Konex” no. No te dan ese diploma al mérito por una novela en particular. Es un premio a la trayectoria en diez años 2004 a 2014. Pero dejando eso de lado, esa novela me dio muchos problemas primero y después, muchas satisfacciones. Fue de esos libros que después de corregirlos unas cuantas veces, los leo y me gustan. Me parecen buenos en serio. Y sin embargo, me costó enormemente publicarlo. Nadie lo quería. Lo pasé por concursos y por editoriales mucho tiempo, cuatro, cinco años por lo menos y nunca querían publicarlo. Decían que no se iba a vender o que era “muy difícil”. Lo publiqué donde menos esperaba... Pero volviendo a la pregunta: no empecé a escribirlo sobre el tema de desaparecidos. Siempre digo que yo no sé adónde va lo que escribo hasta que lo escribo. Bueno, empecé escribiendo sobre lo mal que la pasamos algunos rechazados en la secundaria. Y después, mientras escribía, se me hizo evidente que iba a hablar de nietos de desaparecidos. Yo tengo recuerdos personales y terribles de la dictadura… pero no son de esa época y cuando yo fui a la escuela todavía no había habido desaparecidos. Yo viví la dictadura mientras hacía la Facultad y el Lenguas Vivas…, cuando ya era adulta joven. Pero la historia de los nietos siempre me pareció central en nuestro país, ese tipo de historias (junto con la de los pueblos originarios en todo el territorio) que definen al país, que le dan una identidad, un sesgo especial. Y se ve que la tenía en la mente porque vino sola. Siempre me sentí segura del libro pero llegué a creer que nunca se iba a publicar. Y ahora que se volvió un libro más o menos conocido, bueno…, me hace bien saber que abrí ese espacio para las novelas juveniles. La dictadura sigue siendo un tema al que vuelvo, creo que todos los que vivimos en ella (por lo menos si la sufrimos, si no la vivimos como si no pasara nada) la tenemos en la mente.

¿Qué es literatura para vos y qué no lo es?

Ah, en eso yo soy dura. A ver: para mí contar una historia en voz alta, oralmente, es una cosa. Y ahí está todo bien y tal vez, no sé, tal vez, ahí lo que vale es la idea, el “argumento”, digamos. Pero cuando se pasa a lo escrito, para mí es diferente. No es literatura lo que no implica un trabajo con el lenguaje, con la belleza del lenguaje, con el efecto del lenguaje, con lo que el lenguaje dice, que es mucho más de lo que parece al principio. Si no hay densidad literaria a nivel lengua…, no es literatura. O sea que, para mí (y muchos amigos míos), hay libros de adultos que son literatura y otros que no y hay libros de chicos y jóvenes que son literatura y otros que no… Y eso no tiene que ver con el éxito. Eso es lo que me da algo de rabia con los concursos: a veces, no siempre, ganan libros que no son literatura. No debería pasar pero es así. 

Leí alguna vez que andás por la vida mirando hacia arriba… dijiste “Trato de mirar para arriba. Tengo ciertos árboles de la ciudad que los voy a ver o que cuando pasa el colectivo por ahí miro especialmente. O tal vez mirás un balcón y te encontrás una historia:ves un perro encerrado haciendo algo que te llama la atención”.  Ya casi me van ando ganas de salir a pasear con vos… ¿Seguís ejerciendo el oficio de elevar la mirada? ¿qué otras cosas descubriste?

Sí, siempre. Y veo cosas raras. Veo rejas que no me olvido nunca y que después empiezo a visitar siempre. Veo encuentros entre personas en un balcón o una terraza. Veo asados. Una vez vi una chica que leía en el balcón, en malla, con una sombrilla y el mate al lado en un barrio pobretón y parecía que estaba en la playa. O un gato y un perro que se asomaban juntos a la misma ventana (de esos, tengo una foto), o un aguilucho perseguido por una calandria entre edificios altos. O la flor de un cáctus, súper amarilla, bellísima, entre una bicicleta rota y una silla medio oxidada. No sé. Siempre miro mucho. Encuentro historias ahí. Soy mucho más visual que auditiva. Siempre lo fui: por eso me gusta el cine y en cambio, no me hace demasiada gracia (salvo excepciones) ir a un recital o a un concierto de música pura.
 
Una frase que también recuerdo de Faulkner, y siempre pensé que era cierta, era esa que decía “Un paisaje se conquista con las suelas del zapato, no con las ruedas del automóvil”, pero la estoy poniendo en duda. En tu  libro “Solo y su sombra” hay una dedicatoria que dice: "A mamá, por los libros que nos leía en los viajes. Dentro de su voz tranquila, alta, perfecta, el auto se convertía en barco, en bosque, en planeta". ¡Aquí había paisajes, inventados, conquistados, habitados sobre las ruedas de un automóvil! ¡Y quién te quieta lo viajado! ¿Qué te leía tu madre?

Mi vieja nos leía mucho en los largos viajes en auto en vacaciones. Por ejemplo, me acuerdo que nos leyó varias de las novelas de Salgari, las que sigo recordando, las de Sandokán; nos leyó El principito. Nos leía de todos. Y realmente en auto (no en avión) se conoce mucho porque vas parando, vas viendo, doblás y explorás cuando querés… A mí me gusta mucho el viaje en auto. Con mis viejos, íbamos muy, muy lejos en auto. Con mi marido también pero no tanto. Con mis viejos fuimos en auto a San Salvador de Bahía y a Perú; a Chile; a Ushuaia; al ventisquero Moreno cuando nadie iba. Y a mí, además de conocer los lugares a los que íbamos, me encantaba el viaje mismo porque leíamos. Después, les leí yo a mis hijos. Y ahora mi hijo y su novia leen cuando van en auto de vacaciones… Es una tradición que se continúa. 

Viste que cuando una va de viaje, vuelve con caracoles, piedritas, bueno con esa cosas vuelvo yo al menos…  pongamos alguna pilcha y algún libro, si querés… De esos otros viajes, que se incluían en los viajes con tu madre, ¿con qué volvías?

Yo saqué mucho de los libros. Los libros son viajes. Para mí, fueron refugio en las malas épocas, cuando me borré del mundo todo lo que pude, en tiempos horribles de la soledad en la secundaria. Pero yo escribo más sobre el mundo en el que vivo, sobre noticias que leo en los diarios, sobre historias que me llegan de fuera de los libros. No soy para nada de los que escriben sobre libros, digamos Borges y muchos posmodernos. De los libros, me llevo sobre todo técnicas de escritura, ideas sobre estructuras, maneras de plantear la narración. Lo que hace a la literatura. No es que no vea lo demás, pero a mí, como escritora, me llama más lo que me habla desde las calles. 

Quiero compartirte, un extracto de algo que dice  Ursula K. Le Guin, alguien que sé te gusta mucho leer:

 “(...) Antropológicamente, en buena parte las guerras parecen una forma en que los hombres buscan más poder, honor y control. Compiten con otros hombres por ello, lo que me parece muy primitivo, muy básico. Hay una dureza y un salvajismo irreductibles en los hombres. Algunas mujeres también los poseen. Pero es un rasgo propio de los hombres y que ha caracterizado a las sociedades que han dominado. La idea de la competitividad, de la necesidad de un jefe, de la jerarquía piramidal. Las mujeres no jugamos en general a ese juego. No es que no seamos competitivas, pero no necesitamos batir al otro”... 

Leía esto, y me vino a la cabeza  “Umbrales”, que cuenta la historia de una tierra dividida. Dividida en magia de hombre y magia de mujeres, de familias divididas, de pueblos divididos, de una rebelión perdida y de sus vencedores. Un mundo fragmentado y muriéndose en sus pedazos. Una enfermedad que come a la tierra y a los hombres y mujeres que la habitan. La ambición desmedida del hombre… ¿Qué imágenes o motivaciones, en caso de no haber sido imágenes, generaron esta historia y por qué elegiste abordar esas fragmentaciones?

“Umbrales” fue la tercera historia de magia que escribí. La primera fue la Saga de los Cuatro Rumbos, que tiene cuatro tomos. La segunda fue una novela que publiqué en Córdoba, que se llama “Puente” y después vino “Umbrales”. Hay otras pero todavía no las publiqué, en eso estoy. En todas esas historias me interesan las fronteras. La forma en que las inventamos, las creamos y después las convertimos en símbolos muy, muy importantes. La forma en que dividen mundos y prohíben el paso. En el conocimiento (y la magia, en esos mundos creados, es un tipo de conocimiento), el dividirlo en partecitas, fragmentarlo, otra tendencia muy europea sobre la que basan las divisiones de “carreras” en nuestra forma de estudiar, es muy contraproducente, creo. Ahí también hay algo que viene de las visiones del mundo de los pueblos originarios de toda América y de África también, creo: si no fragmentamos, conocemos más. Si no armamos roles prefijados para hombres y mujeres, seguramente los hombres que no quieren esos roles como hombres y las mujeres… etc, van a ser más felices y seguramente lo que hacen unos y otro se va a fertilizar, se va a recrear por contacto. Por otra parte, la fragmentación es un problema grave para cualquier idea que tenga que ver con el cuidado del planeta, que es una preocupación muy grande para mí. Por ejemplo, Europa va a probar sus medicamentos en África para cuidarse y porque considera que los africanos son descartables y que África es un mundo alejado de Europa. Pero esa prueba, si sale mal, no se va a quedar en África, va a llegar a Europa tarde o temprano, porque el planeta es uno, no está tan fragmentado como se cree. Basta con pensar en una de las teorías de la aparición del SIDA como resultado de la prueba de una vacuna en el Congo. Esos temas están ahí y creo que están también en los libros de magia que seguí escribiendo y que todavía no están publicados. Borges (que no es para nada uno de mis autores favoritos, no) decía que cada escritor tenía unas pocas historias. Es cierto. Yo me doy cuenta de que esos temas siempre me llamaron. Y tal vez está bien que así sea. Para mis libros más “realistas” como El año de la Vaca o Las carpetas…, los temas son otros pero también aparecen esos, como en un segundo plano. 

¿Qué fue lo que hallaste en las obra de Ursula K. Le Guin, por un lado, y de Liliana Bodoc, por otro, que tanto te apasionan? 

A ver, a mí me gusta mucho la fantasía, siempre me gustó. Pero justamente lo que dice LeGuin, eso que citaste antes sobre hombres y mujeres, me gustaron siempre las mujeres en ese género. Nunca me gustó Tolkien. No me gusta esa historia totalmente masculina de guerras y heroicidades masculinas (no femeninas); no me gusta la división entre el bien lindo, alto, blanco y el mal negro, petiso, deforme… Nunca logré pasar del primer tomo. Me gustaron mucho, mucho más las películas (las vi todas y realmente las disfruté), tal vez porque hablaban más de poder. Lo lamento por los que aman a Tolkien (y mi amiga Liliana Bodoc es una) pero ese tipo de fantasía no. En cambio, cuando leí LeGuin, tanto la ciencia ficción como la fantasía, encontré otra cosa. No es raro y no solo porque es mujer: LeGuin es hija de alguien que sabía mucho sobre visiones no europeas del mundo, Kroeber, y eso está muy presente en lo que escribe. Ella propone levantar las fragmentaciones, las divisiones y empezar de nuevo con otro tipo de conocimiento. También me gustan James Tiptree Jr. que es mujer pero firmaba como hombre; Lois McMasters Bujold, algunos de Cherryh. Mujeres, todas. No es que no haya hombres pero me cuesta más encontrarlos.

Lo de Liliana Bodoc fue distinto porque además de que estoy absolutamente en concordancia con ella desde las ideas, digamos desde lo ideológico (en el sentido positivo de la palabra), ella es argentina y su Saga de los Confines (que leí en voz alta en el auto en los últimos viajes que hicimos en familia con los chicos, mis hijos, antes de que dejaran de venir con nosotros) me demostró que también se puede hacer fantasía en castellano y en el Sur, en América Latina. No tiene ningún sentido pensar que la fantasía es solamente inglesa o anglófona pero por alguna razón absurda que me critico yo creía eso. Liliana, además de deslumbrarme con su literatura, me demostró que eso era absurdo. Y después de que yo publiqué el primer tomo de mi saga, nos hicimos muy amigas. 

Leí que  hay algo que no harías para chicos: un final infeliz. Primero quiero agradecértelo, en nombre de “Fosforito”, del cuento “Bajo el jacarandá”, ¡Lo que sufrí pensando que se moría! – acabo de arruinarles el final a todos los que no lo leyeron -. ¿Por qué la decisión de no hacer un final infeliz para niños?

Eso tiene que ver con historias de vida. Yo, de chica, leía todo lo que caía en mis manos. En la adolescencia fue peor porque terminé leyendo hasta en la mesa, tal vez porque en ese momento quería escaparme del mundo. Pero de chica, algunos libros que leí me hicieron mucho mal. Siempre fui terriblemente sensible. Yo no escribo ni leo ni veo en cine nada de terror. No puedo. Es cuestión de personalidad. Leer a Álvaro Yunque me hizo un daño físico que no me puedo olvidar. Me impidió dormir de noche. Me acuerdo de tirar el libro como si me hubiera mordido pero ya era tarde. Y sí me había mordido. Por eso, creo que para ciertos chicos, no todos, los finales absolutamente infelices, sin una grieta de luz, son dañinos. Como lo fueron para mí, yo no los escribo. Está bien que algunos escriban esos finales pero yo no lo haría. Y nunca les compré eso a mis hijos, por lo menos mientras yo elegía los libros.

A los adultos, no hay razones para cuidarlos tanto pero en mi caso…, como creo que la literatura tiene que ver con el mundo y yo quiero hacer literatura política y como dice Howard Zinn, el historiador, para hablar de política hay que ser positivo, hay que hablar del futuro con alegría, incluso cuando escribo para adultos, dejo una rayita de luz. Por ejemplo, mi libro más oscuro, “Cuarto menguante”, sobre la dictadura, termina mal pero la última palabra, después de hablar de oscuridad completa es “excepto”. O sea algo quedó. Y el nombre del libro “Cuarto menguante” dice que el ciclo va a seguir, que va a haber luz de nuevo. Quizás puede decirse que escribo para quienes son como yo. Tal vez en cierto punto, una escribe lo que le gusta leer.  


Agradecida por este intercambio, me voy con pensando sobre las palabras de Márgara Averbach:

“… Disfruto mucho la ciudad, pero me sigue pareciendo un lugar poco agradable para vivir. Yo no soy arquitecta, pero cambiaría esto de una manera enorme. Necesito pájaros, campo, saber las estaciones del año... me parece que la gente en la ciudad no se entera ni si es primavera, verano, invierno. Yo siempre lo sé, más allá del frío, por las hojas de los árboles. Las tipas se quedan verdes en invierno y se le caen las hojas en septiembre, yo lo noto…”

Giro sobre mi ventana, de casa de Provincia, y sí “las tipas” están verdes en aquel árbol, es Invierno. Pasan pájaros. Y siento que puedo empajaritarme también, así, dialogando con Márgara, observadora fiel y traductora de las simples cosas, de una actitud sincera frente a la vida de las palabras, que en sus obras, están allí, quietas como “las tipas”, y que con la misma belleza se quedan para ser contempladas. Llegará el momento en que caigan a nuestros pies, en primaveral desparramo poético,  para seguir siendo escuchadas…



¡Gracias Márgara Averbach!

Hasta siempre

Ivanna Rosselli
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Acerca de Márgara Averbach

Doctora en Letras y Traductora Literaria. Enseña literatura de los Estados Unidos en la UBA y traducción literaria en el Lenguas Vivas J. R. Fernández y en el Lenguas Vivas Spangenberg. Comento libros en Ñ y publico libros de ficción para chicos, jóvenes y adultos. "...Me gusta escribir libros que yo soñé y también reescribir en castellano los libros que otros escribieron en inglés, que es lo que hace un traductor. En ese rubro, gané el Premio Conosur de Traducción de Unión Latina en 2007 y el Premio ALIJA a la traducción de literatura infantil en 2010 por "Erase una vez una vieja que tragó una mosca gris". En 1992, gané el Primer Premio del Concurso de Cuentos para Chicos de las Madres de Plaza de Mayo con "Jirafa azul, rinoceronte verde", que fue así mi primer libro; fui finalista del Premio Emecé en 2003 (así se publicó "Cuarto menguante") y mi novela "Una cuadra" ganó el premio Cambaceres de la Biblioteca Nacional 2007, publicada en Adriana Hidalgo en 2008. En 2011, me dieron el premio "Maestra Latinoamericana de LIJ" del año de "La Hormiguita Viajera"de
BIBLIOTECA POPULAR MADRE TERESA de VIRREY DEL PINO, LA MATANZA.-

Para conocer y leer más acerca de Márgara Averbach, pueden visitar su blog, sumamente interesante: 
http://margaraaverbach.blogspot.com.ar/

Dejo también un enlace de la revista Imaginaria, en donde su publicó uno de sus cuentos, uno que a mi me gusta mucho:

En la página de Imaginaria encontrarán también otros enlaces de interés.-
 

miércoles, 30 de julio de 2014

Vivi García, entrevista

En esta oportunidad, el encuentro es con una de mis maestras, quién me enseñó a poder jugar con las palabras, la posibilidad crear y re- crear (me) con ellas. El poder tranformador de las palabras. Pero también, fue la misma de quién aprendí a tomar las palabras en serio.-  Maestra dentro y fuera del aula.-
Me enseñó sobre los cuentos, y con ellos sobre la vida.- Persona noble, íntegra, ética, de una sincera actitud ante la vida.- Me ayudó a encontrar mi estilo dentro de la narración oral, y no sólo a encontrarlo, sino a respetarlo, defenderlo, y habitarlo.-
Me acompañó como docente y amiga en distintas instancias de la vida, por eso esta entrevista significa para mí, un encuentro muy especial, un diálogo que se me aloja justo aquí, en el corazón, junto con todo lo que a lo largo de estos años he recibido y he conservado. ¡Gracias Vivi García!...
Y ahora así, comparto la entrevista:



Te voy a preguntar por tu vivencia emocional respecto de tu oficio y vocación como narradora oral. Para vos: ¿Qué es “contar” y qué significa “escuchar/ser escuchada”?

Cuando empecé a contar en el aula, a mis alumnos de segundo grado, casi sin darme cuenta, combinaba la lectura con el relato oral, e iba abandonando cada vez más la lectura a medida que conocía el cuento porque iba observando qué sucedía con los chicos a la hora de escuchar un relato oral y un texto leído. La narración oral generaba en ellos una atención mayor. El libro siempre estuvo a la vista. Contar es entregar, regalar, compartir. Escuchar es recibir ese regalo que es la historia y todo el aporte del contador: mirada, gestos, silencios. Ser escuchada… ambas cosas: dar y recibir. Sin duda se cuenta con el que escucha.

Quien narra, ¿reescribe un texto?

Lo recrea. Humildemente creo que el narrador es un co-creador junto al autor. Toma la pieza literaria, se la apropia y la lleva a la oralidad con los cambios necesarios que la oralidad requiere: lenguaje coloquial, lenguaje gestual que permite el ahorro de texto, ensambles, etc. Sin abandonar la ruta que el autor marcó.

¿En base a qué motivaciones  armás tu repertorio a la hora de narrar?

Encuentro la historia, o ella me encuentra a mí, y si me enamoro la elijo, la transito, la recorro y la cuento. Mi GPS es corazón.


Jorge Dubatti suele hablar del “convivio” como un encuentro de presencias, de pasarla bien con otros, de incorporar al otro. Yo te vi narrar cantidad de veces, y justamente uno de los rasgos notables y absolutamente naturales  en vos es el modo en que siempre incorporás al otro en el escenario de las palabras.  Cuando como narradora vas al encuentro con otros, ¿sentís  que generás o se genera ese “convivio” del que habla Dubatti?

Sí. El narrador/a recién cuando está frente o entre el público está consciente de la historia indicada para ese momento único. Como si “leyera” en los otros la necesidad de tal o cual relato. El decidor debe estar “despierto”.

¿Qué lugar ocupa el silencio en la narración oral?

Ocupa el lugar de la palabra, quiero decir que un silencio dice mucho, a veces el narrador sólo nos mira, y nos comunica tantas cosas.

Las prácticas orales, ¿contribuyen al acercamiento con el texto literario? ¿De qué manera?

Sí. El relato oral es una invitación a la lectura, a escuchar la voz del autor. El narrador hace una adaptación, recrea la historia, y al citar el título, el autor está proponiendo una cita con el libro que contiene ese cuento, y descubrir otros.

Susana Ruiz, fue, tu maestra de narración oral. ¿Qué aprendiste de ella? ¿Qué significa para vos seguir “contando” con Susana Ruiz?


Conocer a mi primera maestra de narración Susana Ruiz, hizo un giro en mí y un despertar hacia la “necesidad” de narrar. Ella me mostró todo lo que un narrador debe tener en cuenta: espontaneidad, frescura, entrega sincera, austeridad, cercanía, libertad, trabajo con la historia. ¡Tantas cosas! Contar junto a ella es un privilegio, una fiesta. Cuando contamos juntas siento una profunda emoción porque podemos celebrar la palabra, y reírnos, y seguir soñando. Ambas estamos convencidas que un cuento escuchado puede cambiar muchas cosas.

Vivi, sos docente de narración oral, con muchos años ya llevando adelante el oficio en Manzana de Las Luces.  Recordaba aquel texto de Galeano, de “ventana sobre la memoria”, en el que habla de una ceremonia de iniciación en que un alfarero viejo ofrece al alfarero joven su pieza mejor, y que el alfarero joven no guarda la vasija perfecta para contemplarla y admirarla, sino que la estrella contra el suelo, la rompe en mil pedacitos, recoge los pedacitos y los incorpora a su arcilla. ¿Ocurre algo similar durante el proceso de enseñanza – aprendizaje entre el maestro de narración oral y el alumno?...

Sí, estoy convencida que cada contador de historias debe buscar dentro de si a su narrador interior. Bucear en él para encontrar su estilo, su forma de comunicar, sus palabras, su autenticidad. Debe entregar la historia desde el amor, desde la absoluta sinceridad. El narrador debe atreverse a jugar con la historia, con él, con los otros.

En tus clases, incluís no sólo cuentos, sino poemas, y también canciones. ¿A qué responde la diversidad de materiales ofrecidos?

Porque todos los formatos literarios cuentan. Ensamblarlos embellece cualquier relato. Cuando narramos, cantamos, recitamos, bailamos, miramos… estamos contando.

Sos narradora, pero además escritora. En tu libro “Los cuentos de la buena vida”, en el cuento titulado “Corazonada II”, nos das una idea, pero igual te lo pregunto: ¿Qué se necesita para contar un cuento?

Ganas, compromiso, juego, humor, amor, respeto…

En el mismo libro, en el “Pecado de leer” y también en “Las palabras brotan como margaritas silvestres”, referís uno de los períodos más oscuros de nuestra historia: La dictadura Militar. ¿Qué significó para vos escribir esas historias, repasando en tiempos democráticos aquellos acontecimientos?

Sólo intenté contar desde la desmesura, desde el absurdo tal vez, el horror de las prohibiciones y los abusos de esos tiempos.

En tu cuento “Sesenta años no son nada” rendís homenaje a Carlos Gardel, con un cuento para “leer y cantar”. ¿Qué te atrajo tanto de la figura de Gardel como para rendir este homenaje?


Quizá porque Gardel vino a mi vida de la mano de mi tío Roberto. Él me lo presentó, me lo mostro en una foto, me lo hizo escuchar por primera vez. Tal vez por el poder transitivo del amor, también lo quise y lo admiré a “Carlitos”. Pasó mucho tiempo, y hoy que escucho, bailo y estudio la historia del tango, sigo disfrutando de su voz, de sus películas, de su “imagen mito”. Y me sumo al imaginario colectivo: “cada día canta mejor”.

Ya me voy, pero antes quería hacerte una consulta. En tu cuento “De mí no sabrán nada”, hablás de la variedad de zapatos que observás en la gente. Los zapatos que llevo puestos en este momento tienen una puntera naranja, una tela tejida estampada con rayas, y un decorado en el talón con picos de distintos colores. ¿Algo para decir?

Sí, que esos zapatos pertenecen a una persona alegre, sensible, cálida.

Muchas gracias por estar para esta entrevista, y por estar siempre.

El agradecimiento es mío. Es una entrevista con tanto trabajo previo que fue un gusto responderla.

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 Acerca de Vivi García:














Nació en Buenos Aires. Es docente, bibliotecaria, productora de radio y Narradora Oral.
Es autora de varios libros para chicos, cuentos y novelas breves. En abril de 2007 presentó el libro para adultos "Los cuentos de la buena vida",
Escribe en diversos medios artículos sobre narración oral y de promoción de la lectura. En 1999 recibió el premio Pregonero otorgado por la Fundación El Libro de Buenos Aires, por el programa de radio para chicos “Requetecuentos”.  Como narradora ha participado en encuentros y festivales en el país y en el extranjero. Enseña a “contar cuentos” en La Manzana de Las Luces.  En el año 2010 recibió el premio nacional “Hormiguita Viajera”, otorgado por la biblioteca Madre Teresa de Calcuta, por promocionar la lectura y la literatura infanto-juvenil.

Pueden visitar su blog: http://vivitecuenta.blogspot.com.ar/

La revista Blablerías: revistablablerias.blogspot.com

sábado, 19 de julio de 2014

Marina Colasanti, entrevista

Comparto la entrevista que Marina Colasanti, me ha concedido con generosidad, haciendo uso de su "sinceridad", ese rasgo que la define en su compromiso literario...  (Ivanna Rosselli)

En una de sus publicaciones dijo “no todos los libros son fragatas, ni todos nos llevan a tierras distantes. ¿Qué clase de libros son los que nos permiten el viaje?..

Generalizando, podemos decir que los libros que nos llevan más lejos son aquellos que establecen con el lector un diálogo interior intenso. Un buen viaje, ofrecen también los libros que estimulan la inteligencia. Mi intención es decir que una buena literatura ofrece más posibilidades de viaje. Pero está claro que todo depende del viajante. El mismo libro puede resultar muy estimulante para un lector e insignificante para otro. 

“La verdad es que no existe una literatura ‘limpia’. Existen libros ‘limpios’, sobre todo para niños. Pero esos libros pueden no ser, y con frecuencia no lo son, literatura”.  ¿Qué es literatura, para Usted?

Es, para cualquier edad, forma y contenido. Un contenido denso, una sólida reflexión sobre la vida y nuestro estar en el mundo. Un contenido que nos lleva a reflexionar. Es una forma que, siendo muy cuidada, no revela el trabajo intenso que la genera, pero, por el contrario, resulta llena de frescura. La forma puede ser, en sí, un viaje.

Nació en Etiopía, pero la Segunda Guerra Mundial hizo que emigrara junto a su familia. Llegó a Italia, hasta que en 1948 se instaló en Brasil…en medio de esa vida forzosamente nómada, según contó, sus padres lograron darle una normalidad estable, y esa normalidad fue “la lectura”. Me acordé de Borges, que decía Uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que ha leído”... ¿Su variedad de lecturas y los viajes de un lugar a otro (los imaginarios y los reales), en su experiencia como hija de la guerra, tuvieron influencia respecto de la variedad de géneros literarios que aborda como autora migrando fina y poéticamente de uno a otro?

¿Cómo saber, exactamente, hasta dónde se extienden los tentáculos de las influencias? Sólo podría responder con plena consciencia esta pregunta si hubiera tenido otra vida infantil paralela, de una estabilidad aproximada a la monotonía, pudiendo entonces comparar los resultados. Digamos que las experiencias de la infancia moldearon grandemente a la persona que soy. Y la persona que soy, sólo se siente bien expresándose de varias maneras, utilizando los diversos géneros como un nómade migra en sus espacios, en busca de renovaciones y nuevas aperturas. 

Alguna vez dijo que al escribir sobre Hadas, siente como si  fuera apenas el receptor de historias distantes que por misterio –o lujo– son contadas dentro suyo¿Qué elementos encontró allí que la atrajeron tanto? 

Digo que escribo cuentos de hadas, por respeto al género. En verdad no frecuento hadas, escribo historias fantasiosas. Y llevo la fantasía conmigo cuando emigro para los mini-cuentos o los cuentos para adultos (aunque el propósito y el abordaje sean diferentes). Bachelard dijo que el valor de una imagen se mide por la extensión de su aureola imaginaria. Justamente, lo que me interesa es la aureola tan más rica en posibilidades de lo que en imagen. La realidad me interesa como periodista, y en esa condición, trabajé y trabajo mucho con aquella. Como escritora, sin embargo, quiero ir más allá sin precisar de un pasaporte, quiero transitar libremente por aquello a lo que llamo realidad expandida. 

Trabajó en la orfebrería del texto corto, ¿qué tiene de particular ese trabajo distinto a otros?...

Para no extenderme en La teoría, trataré de responder con un ejemplo práctico: el cuento que encierra mi libro de mini-cuentos más reciente (“Hora de alimentar serpientes”, publicado en el 2012) es “El barco fantasma atracó en la tercera margen del río”. Son diez palabras apenas, que nos remontan a cargas culturales, que hablan de misterio, que narran el fin de un viaje imaginario (hacia el libro), que cuentan acerca de la importancia de lo impalpable. Una palabra de más sería innecesaria y pesaría en la frase. Una palabra de menos tornaría la frase incomprensible. Lo preciso es indispensable. El prólogo del mismo libro es “Enhebró a la serpiente en la aguja y comenzó a coser”. Coser con hilos inusitados, al borde del peligro, es de eso de lo que se trata.

Como autora, supongo, le toca acompañar a sus personajes en el recorrido de las historias que escribe ¿Qué le sucede cuando llega al final y tiene que soltar la mano de esos personajes que creó y  acompañó?

Soltar la mano de los personajes no duele, porque les doy un destino preciso (o un suspenso) como un corte de tijera. Más difícil es soltarle la mano a un libro, es cuando entonces me siento huérfana, desnuda, en pérdida. Felizmente, siempre tengo otro proyecto de libro a la espera, para recomponer mi consuelo.

¿Cómo fue su encuentro con la poesía? 

¿Con la poesía ajena, o con la mía? La poesía ajena siempre estuvo conmigo, desde pequeña y adolescente. Después me casé con un poeta. Es cierto que esa convivencia, al mismo tiempo en que iba formando mis gajes poéticos, me llenaba de una reverencia impeditiva. La poesía me parecía tan superior, tan intensa, que ni pensaba en ser poeta. Y de repente ella afloró en mí exigiendo ser escrita. Fue mucha osadía de mi parte aceptarla, porque en aquel momento ya era una escritora formada, casada con un poeta importante, y corrí el riesgo de cometer un fiasco nada deseable.

Cuando escribe poesía, o narrativa, ¿siente ir al encuentro con la experiencia ajena o es algo en lo que no piensa a la hora de escribir?

No intento adivinar la experiencia ajena. Intento vivirla dentro de la mía.

¿Cómo ve, en Brasil, en la ciudad en la que vive, la relación de las escuelas con la lectura? 

Hace muchos años que la escuela brasilera se esfuerza para hacer chicos lectores. En un país con tanta pobreza, con tantos adultos semi-alfabéticos y no lectores, la responsabilidad recae con peso casi aplastante sobre la escuela. El gobierno intenta hacer su parte comprando cantidades asombrosas de libros para distribución gratuita en las escuelas públicas. Pero infelizmente, los profesores están poco o nada preparados para la intermediación lectora. Y los resultados están lejos de ser lo que nos gustaría que fueran. 

A la hora de editar un trabajo, una presupone la implicancia de un trabajo, en un tiempo y espacio, en que se produce un cruce de miradas y conocimientos entre autores, ilustradores, diseñadores y editores, donde habrá de configurarse el terreno para las distintas tomas de decisiones literarias y estéticas en torno a la obra. En su caso, ¿cómo vivenció su experiencia con las editoriales que publicaron sus libros? 

Siempre me llevé muy bien con mis editoriales. Y siempre tuve una voz activa en la parte estética, ya que fue esa mi formación. En cuanto a los libros infantiles, soy mi propia ilustradora y trabajo todo el proyecto gráfico junto a la diseñadora de la editorial. 

¿Cuál debería ser el compromiso de un autor con su obra, y en consecuencia con la literatura?

Fundamentalmente en este tiempo de diversidades, le corresponde a cada autor establecer su propio compromiso. El mío es de sinceridad. Por medio de ella busco realizar una obra homogénea, en donde las diversas partes encajen como elementos hermanos, constitutivos de un mismo sentido.

Quisiera para cerrar, trasladarle una  pregunta que alguna vez dejó plasmada Clarice Lispector: “Al final, ¿qué importa más: vivir o saber que se está viviendo?”…

La primera vez que escuché decir que más importante que vivir es saber que se está viviendo fue en una entrevista a Marlon Brando. Me resultó impactante. Pero yo era apenas adolescente.

1- Es un viejo hábito de intelectuales y artistas creerse dueños de la consciencia de la vida. Más aún que ellos, los religiosos y los filósofos consideren tener un diploma en la cuestión. Sin embargo, una vez que las grandes emociones y los sufrimientos no son privados a nadie, es de creer que la consciencia de la vida sea parte de la condición humana. Algunos tienen la capacidad de expresarla más que otros.

2- Analicemos la frase de la luz de la razón: sólo en la medida en la que estamos vivos podemos saber que estamos viviendo. Los muertos, ciertamente, no tienen ese tipo de reflexión. La situación “vida” siendo imprescindible a cualquier conocimiento (y no lo contrario) hace que sea más importante que ella lata en las venas. 
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Marina Colasanti nos permite seguir haciendo de cada lectura un nuevo encuentro con la delicia de sus palabras, esas "fragatas para tierras lejanas" que, hoy, en esta entrevista, a modo de diálogo, nos permiten un acercamiento con esta escritora que siempre quisiéramos tener así de cerca, aún a la distancia. Así, como quien encuentra "Una amiga para siempre"... 
¡Gracias Marina Colasanti!...
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Acerca de Marina Colasanti
Marina Colasanti nació en Asmara, Eritrea, el 26 de septiembre de 1937. Hija de padres italianos vivió su primera infancia en África, luego se mudó a Italia y en 1948, a la edad de once años, llegó a Brasil donde reside actualmente.
En 1952 ingresó en la Escuela Nacional de Bellas Artes y se especializó en grabado en metal. Entre 1962 y 1973 trabajó en el Jornal do Brasil como columnista, redactora e ilustradora.
Desde 1973 hasta 1993, fue presentadora de los programas de televisión Olho por Olho, Primeira Mão, Os Mágicos, Sábado Forte e Imagens da Itália.

Sus primeras obras estuvieron dirigidas al público adulto. Eu sozinha fue su primer libro, publicado en 1968. Desde entonces ha escrito más de cuarenta libros en distintos géneros: poesía, cuento, crónica y novela, tanto para el público adulto como para el infantil y juvenil. 
En 1979 publicó su primer libro para niños: Uma Idéia toda azul, editada en castellano como Una idea maravillosa por Plus Ultra en 1991. Le siguieron, entre muchos otros, Doze reis e a moça no labirinto do vento (1982), O lobo e o carneiro no sonho da menina (1985), Um amigo para sempre (1988), Intimidade pública (1990) y Entre a espada e a rosa (1992). Tradujo al portugués a Jerzy Kosinski, Giovanni Papini, Iasuni Kauabata, Konrad Lorentz y Roland Barthes. Ha ilustrado la mayoría de sus libros infantiles y juveniles.
Marina Colasanti ganó el primer premio del Concurso Latinoamericano de Cuentos para Niños convocado por UNICEF y Funcec con su relato: “La muerte y el rey” en 1994; en tres ocasiones (1993, 1994 y 1997), el Jabuti que otorga la Cámara Brasileña del Libro. Con el libro "Lejos como mi querer" ganó el premio Norma Fundalectura en el año 1996.
Para más información, pueden leer un informe preparado por Marcela Carranza, en la revista Imaginaria:
 http://www.imaginaria.com.ar/2008/07/marina-colasanti/
                               
Lecturas recomendadas:

Colasanti, Marina. Fragatas para tierras lejanas. Editorial Norma: Bogotá
Esta es una colección de conferencias de Marina Colasanti en torno a la lectura, la escritura, la Literatura Infantil y la relación entre la mujer y lo literario. Desde sus recuerdos, conocimientos, reflexiones, pero, sobre todo, desde su experiencia de lectura, la autora nos propone puntos de vista distintos acerca de dichos temas, de especial relevancia en estos tiempos de gran apogeo de la promoción de lectura y de elaboración de teorías en torno a las narrativas femeninas e infantiles y juveniles. En sus conferencias, plantea cuestiones tales como que nos falta entender que no todos los niños se sienten atraídos por la lectura, o que ver en la Literatura un vehículo de transmisión de valores, para reforzar la labor pedagógica e ideológica de las instituciones es un problema y una equivocación. Estos, y muchos más, son los terrenos oscuros sobre los que Marina ofrece un poco de luz. Estas conferencias están dirigidas a padres, maestros, editores y todo tipo de investigadores de la Literatura Infantil y de la Literatura en general. Su tono apasionado y descomplicado, así como su brevedad, precisión y acierto, hacen que esta lectura esté destinada tanto al lector corriente y desprevenido, como a los lectores más severos y exigentes. La importancia de leer esta colección de conferencias no sólo radica en la lucidez de los planteamientos y las opiniones de su autora acerca de los niños y la lectura, de las variadas y profundas relaciones entre el escritor, el libro y sus receptores, o sobre las paradojas que rodean a los adolescentes y a la Literatura Juvenil, entre otros temas fundamentales. Esta lectura es indispensable para entender que las reflexiones alrededor del mundo del libro no están necesariamente condenadas a espacios minoritarios y eruditos, sino que nacen de nuestras propias y banales experiencias.
                                               
Pueden consultar otras obras, y links de interés para seguir leyendo acerca del trabajo de Marina Colasanti, en el siguiente enlace:  http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/cilelij/brasil/marina-colasanti
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Traducción de la entrevista:
 

María Marta Sorribas, 

Locutora (ISER).-