domingo, 18 de enero de 2015

Arturo Capdevila



Arturo Capdevila (1899- 1967)

Arturo Capdevila es poeta y prosista notable que se ha destacado en el ensayo, la narración, la historia y la impresión viajera. En su memoria persisten los repiques de campanas de su ciudad natal, a la que ha dedicado un libro “Córdoba del recuerdo”, campanas que llaman con sus voces distintas, plenas o finas, doctas o reidoras, diciéndonos su mensaje de bronce.
El fino poeta de “córdoba de las campanas” manifiesta sus dotes de narrador en el romance. No es casual la composición de los “Romances argentinos” que fueron escritos a raíz de una petición que tuvo el autor para colaborar en la Prensa en una conmemoración patriótica. Quienes se lo pidieron se dirigían a un escritor aficionado a leer en las crónicas y documentos históricos de los viejos tiempos, que conocía las tradiciones nacionales y gustaba de rememorar cosas antiguas de Argentina, con estilo nuevo, con amenidad de cronista moderno.
Capdevila en “los romances argentinos” narra los episodios y las anécdotas más salientes de la historia desde los tiempos de la Independencia hasta la caída del tirano Rosas, con la facilidad que le caracteriza, y la naturalidad que requiere el metro romanceado. Aunque hemos escogido el “Romance de las bodas de Remeditos”, bien podría incluirse en una antología el “Romance de Sarmiento y Mariquita”, el gracioso “Romance de la dama de Tente en el Aire” o el de “Mariquita Sánchez”.
Casi al poco tiempo de su publicación el autor tuvo la satisfacción de ver representarse los romances en escuelas y colegios.

El éxito le llevó a escribir una segunda serie de Romances argentinos.


CORDOBA DE LAS CAMPANAS
 
Eran unas dulces,
claras notas finas,
Eran las campanas
de las Catalinas.

Era un canto alado
como de promesa.
Eran las campanas
de Santa Teresa.

Era una voz docta
diciendo un distingo.
Eran las campanas
de Santo Domingo.

Era una voz mansa
llamando al aprisco.
Llamaban a misa
las de San Francisco.

Eran unas voces
de amor hecho sed.
A misa llamaban
las de la Merced.

Era una voz llena
diciendo María.
Eran las campanas
de la Compañía.

Eran otras notas
de bronce y cristal
con altos acentos
ahuyentando el mal.

A gloria diciendo
con claro metal.
¡Eran las campanas
de la catedral!

Y eran como risas
cuando ríen dos,
repiques del Huerto
y del Niño Dios.

(Córdoba azul, 1940)


 

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